¿Por qué es tan importante cultivar la fidelidad en nuestra vida?
¿Podemos ser fieles?
Entre todos los valores cristianos, la fidelidad reviste una importancia especial ya que, en vez de manifestarse dentro de uno mismo, se expresa hacia los demás. Se es fiel a los padres, a los hijos, a la pareja, a los amigos, a la comunidad, a la patria y, en definitiva, a Dios.
Cultivar la fidelidad en el corazón depende de la fortaleza del amor que tengamos y de nuestra capacidad para superar aquellas adversidades que se presentan en el camino. Al pasar estas pruebas, el amor se hace más grande y brilla con más fuerza.
Por supuesto, no todos los tipos de fidelidad son positivos. También están aquellos que son fieles a los vicios, al dinero, a la tentación, a los negocios turbios o a un líder deshonesto. En estos casos, nos encontramos ante un tipo de fidelidad equivocado, que nos resquebraja lentamente y nos aleja de Dios. Es por ello que nuestro deber es buscar aquella fidelidad auténtica.
Fidelidad de Dios
“El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” (Lucas 16: 10-12).
Las Santas Escrituras nos revelan que la fidelidad es un aspecto esencial en el estilo de vida de los cristianos, y guarda una gran relación con otros valores como la fe y la confianza.
A nivel espiritual, la fidelidad es reproducir fiel y exactamente los pensamientos, actitudes y caminos de Jesucristo. Puede sonar sencillo, pero en la práctica es uno de los grandes problemas que enfrenta la Iglesia. Es frecuente “olvidarse” de cómo tratarse unos a otros, sin tener en cuenta que Dios basa nuestro juicio en cómo tratamos a los demás.
Cristo se caracterizó por hacer el bien. Mostró compasión, sanó, ayudó y fue un ejemplo de rectitud en cada una de sus actividades. Nunca mostró un mal comportamiento, calumnió ni trató mal a nadie. Si bien enseñar todo ello es de gran importancia, comenzar a seguir su ejemplo es todavía más importante.
La fidelidad es un tipo de fe que no se sostiene con el simple hecho de “creer” o confiar ciegamente que con ello estamos calificados para entrar en el Reino de Dios. Como dice Santiago en su epístola, la fe sin obras está muerta, por lo que debe ser demostrada con acciones.
Incluso los demonios creen que Dios existe, expresa el apóstol. Pero ellos “tiemblan de miedo y no están dispuestos a pensar como Él, hablar como Él, vivir como Él”. La suya es una fe muerta. Debemos mostrar nuestra fe por nuestras obras, caminando exactamente como Él caminó, por nuestra fidelidad.
Poner a Dios en primer lugar requiere de fe y sacrificio. Los cristianos enfrentarán pruebas y sufrimientos, tal como lo hizo Jesús durante su periplo en la tierra. Pero son precisamente estas pruebas las que nos permiten edificar nuestra fidelidad.