Obediencia, la virtud de aceptar la voluntad de Dios
¿Qué entendemos por obediencia? Si nos guiamos por su significado literal, vemos que consiste en someterse a las órdenes o al mandato de una autoridad. Si lo aplicamos a las leyes de Dios, deducimos que la obediencia consiste en cumplir sus mandamientos y seguir las enseñanzas de la Biblia.
Si llevamos el concepto a la realidad, notaremos que la obediencia podría tener un carácter ambiguo, lo que nos invita a la reflexión. El hombre busca por naturaleza trazar su propio camino, bajo sus propias reglas, sin que un poder autoritario incida sobre sus actos. ¿Esta forma de ver la vida se desdice con el concepto de obediencia a Dios?
La búsqueda de la libertad es en sí una virtud, pues da lugar a que el hombre sea responsable de su propia existencia. Aún así, la obediencia sigue siendo uno de los valores más importantes que los cristianos cultivan a lo largo de sus vidas. Lejos de ser un acto de sumisión, es una decisión libre basada en el amor.
La Obediencia en la Biblia
Las sagradas escrituras están llenas de referencias a la virtud de la obediencia, tanto en los libros de los profetas como en las cartas de los apóstoles. “Si me amas guardarás mis mandamientos”, se lee en Juan 14:15, mientras que en Hechos 5:29 los apóstoles manifiestan su compromiso de “obedecer a Dios antes que a los hombres”.
“Pero si obedecen cuidadosamente su voz y hacen todo lo que les digo, entonces seré enemigo de sus enemigos y adversario de sus adversarios”, se narra en Éxodo 23:22, enseñándonos que la obediencia es un camino a la vida, a la paz y a la salvación.
El evangelio también nos recuerda que Cristo vino a la tierra como un acto de obediencia. Si bien compartió su vida con sus padres terrenales, su principal objetivo fue “dedicarse a las cosas de su Padre (Lucas 2:49).
“He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado” dice Jesús en Juan 6:38, en una clara muestra de su obediencia amorosa al Señor.
¿Cómo obedecer a Dios?
Obedecer a Dios resulta fácil para algunos, mientras que para otros puede significar todo un reto. La clave está en el amor. Amar a Cristo y a nuestro prójimo hacen de la obediencia un acto más fácil de cumplir, pues la Palabra de Dios no se siente como una imposición, sino como una oportunidad de vivir con alegría.
El poder de la Palabra es único. Solo hace falta recordar la enseñanza sobre el mandamiento más importante de todos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran y primer mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22: 37-40).
Honrar y alabar a Dios son muestras claras de obediencia, tanto como saber amar a los demás y perdonar sus posibles ofensas hacia nosotros. Y ante las dudas sobre cómo poner en práctica la obediencia, la oración es una fuente de guía e inspiración.