No se construye un edificio de Dios, tomando prestadas herramientas del diablo
¿Qué nos quiere decir esta frase de sabiduría? Si nos documentamos en la Biblia encontraremos la respuesta. En las obras del espíritu y las obras de la carne, aprendemos que quienes se ocupan de la carne están más cerca de la oscuridad; mientras que quienes se ocupan del espíritu están cerca de la vida y de la paz.
Cuando ayudamos, cuando servimos a quien lo necesita, la mirada debe estar en la espiritualidad, no en el interés propio o lucrativo. Pensar primero “¿cómo voy a sacar provecho?” es un error, estamos obrando con la carne. Sale entonces la mentira como herramienta de conquista, aplastamos a nuestros hermanos, y eso nos acerca a la oscuridad.
Por eso, para construir el edificio de Dios, tenemos que hacerlo con Dios; sin tomar prestadas las herramientas del diablo. Olvidando nuestros intereses propios, dejando atrás la avaricia, la ambición de éxito por encima de lo que sea, lograremos poco a poco una edificación sólida, llena de vida y paz.
Eso es lo que promueve y enseña la Sagrada Escritura, abriendo una reflexión sobre los materiales y las herramientas que usamos para alcanzar aquello que más queremos en la vida. Empezamos estos pensamientos con una metáfora que sirve de apertura para reconsiderar las acciones cotidianas que ejecutamos.
Estamos en el trabajo, en el supermercado, en casa atendiendo a nuestra familia, ¿y cómo obramos dentro de esos espacios? En pequeñas acciones se proyecta lo grande, lo macro, es un reflejo de esos detalles. Si un hermano necesita ayuda, la brindamos desinteresadamente, le preguntamos lo que necesita y le acompañamos en un camino donde los medios para conseguir el fin sean legítimos y provengan de un lugar limpio, bondadoso.
En la Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios (4,32–5,8), encontramos este mensaje: Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Eso quiere decir que una de las herramientas de nuestra edificación es el perdón, la comprensión; no el rencor, ni la venganza. Mucho menos las rencillas que no nos llevan a nada.
La carta continúa: Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios. Entonces, el sacrificio también es parte de lo que nos llevará a construir, a encontrar un camino limpio en la vida. El amor de Cristo al sacrificarse por la humanidad es un ejemplo que debe seguirse en el mundo que nos dejó.
Si vamos por la vida buscando sin cesar cosas por encima de todo, bienes materiales, casas, dinero, joyas, etc.; y nos olvidamos de ese sacrificio, estamos siendo engañados, cegados por la avaricia. Así seremos tarde o temprano, castigados. La inmoralidad, la indecencia, son cualidades de las que debemos alejarnos.
Si vemos esas conductas en otros, hay que recordar que ellos no pueden ayudarnos a edificar con Dios. Quizás en apariencia se vean fuertes, poderosos, pero lo que hay que aprender a ver son sus espíritus impuros, ciegos, lejanos de la luz. Intentemos ayudar a nuestros hermanos, para caminar como hijos de la luz y edifiquemos juntos el edificio de la Obra del reino de Dios con las herramientas que Él mismo pone al alcance nuestro y así habremos edificado sobre tierra firme nuestra casa ;que ni las tormentas más turbulentas y vientos fuertes podrán derribar.