Decía Jesús: “un hombre tenía plantado un árbol de higos en su campo y fue a buscar frutas en él y no los encontró. Entonces dijo al viñador: ya hace tres años que vengo a buscar frutos en esta Higuera y no los encuentro. Córtala. ¿Para qué va a cansar inútilmente la Tierra? Pero el otro le respondió: déjala todavía por este año si no da frutos la cortarás. (Lc 17,6)
Hay dos clases de personas las que toman de la vida más de lo que dan y las que le devuelven más de lo que han recibido. Puede ser que muchos de nosotros estamos en deuda con la vida.
Llegamos poniendo en peligro la vida de nuestra madre y no habríamos sobrevivido sin los largos y costosos cuidados de nuestra familia. ¿Qué le estamos dando a cambio?
La higuera es el Evangelio de la segunda oportunidad. Jesús siempre nos ofrece a todos una oportunidad tras otra, para ver si logra que produzcamos frutos de vida eterna. Pero la parábola de la higuera enseña que hay una oportunidad final si cada vez que Dios nos invita a hacer obras buenas le decimos: mañana para de nuevo responder: mañana puede que el después se convierte en nunca. Llegará el día en el que el señor deje de tocar a nuestra puerta y pase de largo, y la puerta de nuevas oportunidades quedará cerrada, no porque Dios la haya cerrado, sino porque nosotros no la quisimos abrir. San Agustín decía: Temo que el Señor que pase y no vuelva a llamar. Y el salmo 95 nos advierte: hoy si escuchan la voz de Dios no endurezcan su corazón.
Que el Señor te conceda La Paz. Siervos de la familia de Nazaret