La bondad, una virtud universal
¿Qué entendemos por bondad? A priori, se trata de uno de los principales valores que puede cultivar el ser humano a lo largo de su vida, llegando a englobar a otros valores como la compasión, la generosidad o el altruismo, por mencionar a algunos. Es por ello que podemos definir a la bondad como una virtud universal.
Desde el lado etimológico, el término “bondad” deriva del vocablo latín “bonitas”, que a su vez proviene de “bonus”, que significa bueno. En tanto, “dad” es la traducción al español del sufijo latino “tat” que hace referencia a una cualidad. En consecuencia, la bondad no es más que la facultad de hacer el bien a los demás.
¿Es la bondad inherente al hombre?
Entender el concepto de bondad podría no ser tan simple después de todo, en especial si analizamos sus orígenes. Para ello, debemos remontarnos al siglo XVIII, cuando el célebre filósofo francés Jean-Jacques Rousseau afirmó que los hombres son buenos por naturaleza, pero tienden a corromperse debido a la influencia que la sociedad ejerce sobre él.
Para Rousseau, el hombre en estado natural es un ser inocente que se mueve por el amor a sí mismo y la compasión hacia los demás. Pero su pensamiento no es del todo optimista, ya que también considera que el hombre contemporáneo usa la bondad como una máscara para esconder antivalores como el rencor, el miedo o las traiciones.
En cierto sentido, la posición de Rousseau está respaldada por los estudiosos de hoy. Psicólogos y especialistas del siglo XXI creen que una mente sana estará predispuesta a hacer el bien. Sin embargo, también apuntan hacia la necesidad de cultivar la bondad desde el inicio de la vida, a fin de evitar la pérdida de esta virtud con el paso de los años
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La bondad en el sentido bíblico
Líneas arriba, señalamos que la bondad es una virtud universal. Esta posición se refuerza todavía más si observamos que es uno de los pilares esenciales en prácticamente todas las religiones del mundo.
La bondad es un aspecto fundamental en la formación de los cristianos, ya que es concebida como una extensión de Dios. Si nos remitimos a la Biblia, específicamente al libro del Génesis, encontraremos que el Señor creó al hombre “a su imagen y semejanza”. Esto significa que somos su creación más perfecta, por encima de todo lo existente en el universo.
Aquí entra a tallar la figura de Jesucristo, a quien percibimos como la personificación de la bondad. Durante su paso por la tierra manifestó benevolencia en múltiples ocasiones, como cuando curaba a los enfermos, perdonaba a los pecadores y profesaba amor al prójimo. Por último, encontramos su más grande acto de bondad: su propio sacrificio para salvar al mundo.
“Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo”, es otro pasaje bíblico referido directamente a la bondad. Lo encontramos en la epístola a los efesios escrita por el apóstol Pablo.
En la Biblia, la bondad refleja el amor incondicional de Dios por su pueblo. Por tanto, y siguiendo lo que el propio Pablo expresó en su carta a los gálatas, “hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe”.
¿Cómo ejercer la bondad?
Haber sido creados a imagen y semejanza de Dios es la más grande muestra de que podemos ejercer la bondad a lo largo de nuestra vida. Pero no solamente con nuestros familiares y amigos, el verdadero reto es ser bondadosos con todos los que nos rodean, incluyendo a los extraños y aquellos que no nos agradan.
Todos los días se no presentan nuevas oportunidades para demostrar el valor de la bondad, desde pequeños actos de amabilidad hasta verdaderos sacrificios por el prójimo. Te proponemos seguir el consejo que diera San Alberto Hurtado. En momentos de duda, cabe preguntarse: “¿Qué haría Jesucristo en mi lugar?”, y actuar según esta consigna.
Por último, no debemos olvidar que la bondad puede tener un impacto muy positivo en la vida. Valores como la amabilidad y la compasión nos fortalecen, en especial cuando estas acciones son desinteresadas y no esperamos obtener algo a cambio. Por suerte, nunca es tarde para comenzar a cultivar esta virtud.