Jesús es admirable por los milagros exteriores que ha hecho, pero mucho más admirable es, por las transformaciones interiores que obra cada día en las personas.
Algunos ante los sufrimientos y dificultades que se les presentan, desisten de seguir tratando de obtener sus ideales. Jesús padeció también sufrimientos distintos y siguió adelante a pesar de todo.
Nunca nadie ante tantos sufrimientos, dificultades y oposiciones demostró tan admirablemente que la vida merece vivirse.
Cristo era seguro y decidido, pero flexible atento y educado. Era paciente para educar, pero no era un maestro pasivo que tolerara el no progreso de sus discípulos. Quería que progresaran continuamente en conocimientos y en comportamientos.
Jesús era sencillo en el hablar pero con pocas palabras decía muchas y grandes verdades. mezclaba la sencillez con la elocuencia, la valentía con la amabilidad, la calma con la perseverancia. Jesucristo vivió en un país cuya situación política era angustiante: el hambre y la miseria eran lo cotidiano; la libertad personal estaba muy restringida; la comunicación y el traslado eran difíciles. Y sin embargo Él practicaba la calma y la alegría.
No frecuentó grandes escuelas literarias y filosóficas sino la escuela de la vida, y allí aprendió a comprender a los pobres, a los enfermos, a los pecadores y sufrió el hambre, la escasez y el rechazo social. Con su experiencia personal aprendió a comprender a los que sufren.
Gracias Señor por demostrarnos que aún en la peor tormenta del alma, Tú estás siempre alegre y dispuesto a servir.
El Señor te conceda La Paz. Siervos de la familia Nazaret