¿Es posible recuperar la confianza después de una infidelidad?
Las relaciones de pareja suelen atravesar por problemas de todo tipo, pero probablemente ninguno cause tanto dolor y frustración como la infidelidad. Se trata de un fenómeno complejo y con múltiples interpretaciones, ya que intervienen elementos sociales, culturales y hasta religiosos.
Analistas y terapeutas han tratado de encontrar respuestas a múltiples cuestiones relacionadas con la infidelidad. ¿Qué es exactamente? ¿por qué ocurre? ¿quiénes son más propensos a cometerla? Y, tal vez, la cuestión más importante: ¿Es posible salvar una relación después de una infidelidad?
¿Qué implica ser infiel?
Para entender la infidelidad, es importante saber que no existe una definición única, pues cada pareja es un mundo. Para algunos, el simple hecho de mirar a otra persona representa una traición, mientras que, para otros, es necesario que exista contacto físico con un tercero para recién hablar de una infidelidad.
El propio contacto físico es tema de controversia. ¿Es necesario consumar un acto sexual con un tercero para que se considere una infidelidad? ¿Un beso cuenta como una infidelidad?
Si tuviéramos que ensayar un significado general, podríamos decir que la infidelidad es un acto en el que una persona, de manera oculta, comparte con otra algo que solo debería compartir con su pareja. En otras palabras, somos infieles cuando engañamos a sabiendas de que nuestro comportamiento no es el adecuado.
¿Por qué algunas personas son infieles?
Existen muchos motivos por los cuales se produce la infidelidad. El más relevante es que uno de los miembros de la relación siente que sus necesidades no están siendo cubiertas, ya sea emocional o sexualmente. Estos casos son los más comunes y son resultado del descuido o desatención de una de las partes.
No obstante, los motivos pueden ser un poco más complejos y estar ligados con asuntos personales y falencias de autoestima. Muchos estudios apuntan a los traumas adquiridos en la infancia como maltrato físico, falta de atención o abandono, pues harían que algunos sean más “propensos” a ser infieles.
Hay quienes son infieles por simple hedonismo. Pueden tener todo en su relación, pero les apetece buscar algo nuevo, como un impulso por lo prohibido. Es probable que, en el fondo, nunca hayan aceptado la monogamia como un estilo de vida.
¿El ser humano es infiel por naturaleza?
El ser humano lleva milenios tratando de forjar relaciones monógamas. Para algunos estudiosos, esto sería en realidad más un compromiso sociocultural que biológico. Y si nos remitimos a la ciencia, apenas el 3% de los mamíferos del reino animal se aparean con una sola pareja a lo largo de su vida.
Lo cierto es que, en algún momento de la historia evolutiva, los humanos decidimos emparejarnos con una sola persona, posiblemente como una estrategia reproductiva. Por otro lado, la poligamia podría conducir a una sociedad más tumultuosa, tal como sostienen algunos analistas.
Por el momento no es posible afirmar con certeza que el ser humano sea infiel por naturaleza, y de ninguna manera el engaño puede justificarse con teorías o estudios.
La infidelidad y sus consecuencias
Cada pareja es un mundo y el engaño puede tener consecuencias diversas. Si para algunos resulta sencillo dar vuelta a la página, en otros casos produce un profundo pesar, un dolor que se extiende a otros ámbitos de la vida como el trabajo, la salud, el sueño o las relaciones familiares, debido al desgaste emocional.
En el caso de las parejas que han contraído matrimonio, una infidelidad podrá conducir incluso a una ruptura en la relación con Dios. Sería fácil hablar de divorcio, pero cuando hay hijos de por medio la situación se torna todavía más compleja, pues los efectos pueden ser devastadores a nivel familiar.
¿Hay forma de sobreponerse a una infidelidad?
No todas son malas noticias. Muchos matrimonios han logrado sobreponerse a la infidelidad, e incluso han salido más fortalecidos que antes. Es cierto que el sexto mandamiento de Dios nos dice “No cometerás adulterio”, pero si algo nos enseña su palabra es que siempre hay lugar para el perdón.
Es importante saber reconocer los sentimientos negativos y no dejarse llevar por el odio o la venganza. Del mismo modo, es fundamental buscar ayuda espiritual para recuperar la relación con Dios, pues él es el único que puede sanar las heridas. Es posible restaurar el daño y pasar de la crisis a una relación renovada.
El propio Jesucristo llegó a proclamar el poder de la misericordia y la fe para reconvertir al culpable y llevarlo por el buen camino. No olvidemos aquella vez en que concedió el perdón a una mujer adúltera. “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, dijo a los fariseos que querían apedrearla, a quienes no les quedó más remedio que escabullirse.
“Tampoco yo te condeno. Anda ahora, y en adelante no peques más”.