Esperar pacientemente, virtud digna de los santos, esperar lo prometido, virtud digna de los niños, esperar lo que no va a llegar costumbre de los adultos.
Muchas veces nos aferramos a promesas inconclusas, y lo hacemos con tanta fuerza, que creemos que el simple hecho de recibir de alguien un juramento o una promesa, es garantía de que cumplirá, y no siempre es así.
Hay corazones que prometen y no cumplen, es su condición. Prometer para hacer esperar, y hacer esperar para no cumplir. La promesa sin cumplir deja un tono gris en el ambiente, hace llorar, desilusiona, fractura el alma y siembra una espinita en el corazón.
La promesa cumplida alegra el alma, hace brillar los ojos, dibuja sonrisas, hace tibias las mañanas, eleva el espíritu, se convierte en un hermoso motivo, oxigena y da vida.
¿Seguiremos esperando lo que no va a llegar?, o nos prepararemos para que a partir de hoy la espera alegre de la venida de cosas buenas y hermosas se haga realidad cuando nazca en el pesebre humilde el niño Jesús de Belén, que ha venido a cumplir la promesa y a convertirse en motivo, en el único y másas valioso motivo para vivir alegremente.
Si esperas, espera en Él, nunca falla, siempre cumple.
Que el Señor te conceda la Paz.
*Siervos de la Familia de Nazaret*