El regalo de la sanación: ¿Cuáles son sus señales?
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que Cristo, en virtud de su compasión, curó a los enfermos de todo tipo de dolencias, como un signo de que Dios ha visitado a su pueblo. Pero el regalo de la sanación no solo es físico, pues Jesús también otorga el perdón de los pecados. “Ha venido a curar a todo el hombre, el alma y el cuerpo. Es el médico que necesitan los enfermos”.
El cristianismo contempla la sanación desde varias aristas. La primera de ellas está referida a la curación física, pero también encontramos la curación a nivel psicológico y espiritual, que en conjunto logran restaurar a cualquier creyente a su relación con Dios.
Una nueva creación
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Cortintios 5:17).
El concepto de nueva creación se manifiesta en los escritos del apóstol Pablo en el Nuevo Testamento. En términos prácticos, se nos dice que todos tenemos la posibilidad de tener una vida completamente nueva, dejando atrás la duda, la inseguridad y los miedos, para dar lugar a la esperanza, el amor y la prosperidad.
Es nuestro deber encontrar esa luz sanadora que trae paz al alma. Ese alivio lo obtenemos a través de una mayor comunión con el Espíritu Santo. “Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (Salmos 147:3)
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Señales de que eres sanado
A lo largo del proceso de sanación, podemos notar ciertos aspectos de nuestra actitud que nos sirven como señales de que estamos alcanzando el objetivo. Estas son algunas de ellas:
Rompiste patrones antiguos
Ya sea de forma consciente o involuntaria, tendemos a repetir patrones de conducta que en ocasiones pueden ser autodestructivos. Esto no cambia de la noche a la mañana, pero sí mediante un proceso sigiloso de oración y reflexión constante.
¿Has notado una disminución de antiguos patrones de pensamientos y actitudes pecaminosas? Si es así, probablemente te encuentres bien encaminado en el proceso de sanación. Pero si todavía no llegas a esa etapa, la autoevaluación es importante para identificar errores y corregirlos.
Te perdonaste a ti mismo
Dejar ir el pasado y entender que no somos perfectos es parte sustancial del proceso de sanación. Podemos tener mucha facilidad para perdonar al prójimo, pero en ocasiones resulta difícil hacerlo con uno mismo, al percibirlo como un signo de debilidad.
Perdonarse no significa olvidar acciones del pasado y vivir como si estas nunca hubieran ocurrido. Al contrario, se trata de reconocerlo, aceptarlo, mostrar arrepentimiento y asumir esa responsabilidad. Solo así podremos dar el paso siguiente que es la renovación espiritual, cuando la paz llega a nuestra vida.
Aceptaste apoyo
Prestar ayuda al prójimo es una virtud cristiana que muchos tratan de poner en práctica, pero a veces olvidamos que aceptar apoyo es igual de valioso. Jesús mismo aceptó la ayuda de los demás. Ejemplo de ello es cuando permitió que Simón de Cirene cargara su cruz hasta el Gólgota, antes de ser crucificado.
Si has logrado una mayor apertura ante la ayuda de los demás, es un signo de que estás dejando de lado el orgullo para dar paso a una actitud de humildad y modestia. Recuerda además que pedir ayuda es un acto de valentía, y un signo inequívoco de curación espiritual.
Manejas mejor las emociones
El episodio bíblico en que Jesús llora la muerte de su amigo Lázaro, antes de que este volviera a la vida, demuestra que las emociones van más allá de nuestro entendimiento como seres humanos. La Palabra nos dice que nuestros sentimientos de felicidad, ira, tristeza o preocupación deben ser llevados a Dios en oración, pues solo así conseguiremos que nos guíe.
Sean positivas o negativas, las emociones pueden cegar nuestro camino a la salvación, y es allí donde radica la necesidad de saber manejarlas. Somos seres emocionales por obra de Dios, y si aprendemos a reconocer estos sentimientos, tendremos mayor certeza de lo que ocurre en nuestro corazón.
Mejoraste la manera de tratarte
Cuando le preguntaron a Jesús sobre el principal mandamiento de la ley de Dios, este respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, toda tu alma y toda tu mente”. Y agregó que el segundo más importante es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. De allí entendemos que el amor propio es un mandato de Dios, y que no debe ser confundido con el egoísmo.
El diálogo interno, los hábitos saludables, el descanso oportuno, la positividad y la disciplina son solo algunas formas de mejorar el trato con uno mismo. Estos detalles, por más pequeños que puedan parecer, nos ayudan a poner fin a posibles conflictos emocionales que llevamos en nuestro interior.
Mantienes límites sanos
Nuestras vidas se rigen por límites. Ya sea en las relaciones de pareja, con nuestros hijos, con nuestros padres o con nosotros mismos, los límites provienen de la naturaleza de Dios, como una necesidad para cuidar nuestra propia vida.
Los límites son necesarios para poder cumplir la voluntad de Dios, pues mediante ellos cuidamos nuestra vida y la de los demás. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).