Cuando María supo que ella iba a ser madre de Jesús su corazón no le permitió quedarse en casa,
mientras Isabel necesitaba de su ayuda “Fue de prisa” a visitarla (Lc 1,39) porque
Ella siempre va deprisa cuando alguien necesita de su colaboración.
Isabel le hizo un anuncio que se ha venido cumpliendo por siglos:
“Bendita tú eres entre todas las mujeres.” (Lc 1,42).
Isabel no sospechaba que millones de personas repetirían a
través de los siglos esta exclamación suya.
Y María al oír las felicitaciones de Isabel entonó un bellísimo canto:
“El magnificat”, _el poderoso ha hecho obras grandes por mi_;
las mujeres santas de Israel proclamaban su alegría con cantos y poesías.
Así lo hicieron María la hermana de Moisés al pasar el mar rojo.
Débora la profetisa al obtener una gran Victoria. Ana cuando Dios le dio a su hijo
Samuel. El canto de María tiene todas las cualidades de la poesía hebrea: ritmo, estilo, citas bíblicas.
Es como un anticipo al sermón de la montaña.
El canto del Magnificat es el mejor retrato de María que tenemos. Es un poema en cinco estrofas. La primera demuestra la alegría de su corazón. la segunda anuncia en tono profético que será llamada dichosa por todas las generaciones. La tercera recuerda que el nombre de Dios es Santo. La cuarta indica la preferencia de Dios por la humildad. Y la quinta alaba a Dios por los favores que hace a los creyentes. _El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes._ (Lc 1,52) Que el Señor te conceda la Paz.