Dichosos los pobres (Lc 6,20)
Jesús se opone a la idea de los fariseos que se
imaginaban que cuando llegara el Mesías los iba a llenar de riquezas materiales, y se opone también a esa tendencia nuestra de creer que la falta de riquezas materiales es lo peor que puede existir. Él anuncia que quienes aquí aceptan carecer de muchos bienes, si lo hacen por amor a Dios, en la eternidad tendrán inmensas riquezas para siempre. Es una pobreza “en espíritu”, o sea de buena gana, sin renegar; conformándose con lo que Dios permite que suceda. Jesús enseñó la pobreza no sólo de palabra sino llevando una vida pobrísima desde el pesebre hasta el calvario.
Dichosos los que lloran (Lc 6,21)
No son los tristes y melancólicos, sino quienes llevan con paciencia la cruz de sus sufrimientos y lloran los pecados de su vida pasada. Serán consolados no solamente en esta tierra sino también en las alegrías eternas del cielo.
Dichosos los mansos (Mt 5,5)
Son quienes en medio de los sufrimientos de la vida no se dejan dominar por la tristeza, ni por la ira o la impaciencia, sino que con humilde resignación se someten a lo que Dios va permitiendo que les vaya sucediendo, sin protestar ni renegar.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia (Mt5,6)
Tienen un gran deseo de obtener la santidad. Sienten un deseo vehemente de cumplir siempre la santa voluntad de Dios, de hacer, decir y pensar siempre lo que más le agrada a nuestro Señor.
Su premio será, que verán saciadas sus aspiraciones, primero en esta vida y después plenamente en la otra.
Que el Señor te conceda la Paz